domingo, 13 de marzo de 2016

Primavera


¿Sabéis esa clase de personas que planifican cada paso de un proyecto? ¿Esas que cuando empiezan algo, saben exactamente cómo va a acabar? Pues, definitivamente, yo no soy de esas.

En el foro de Mendrulandia, pusimos como reto para este mes hacer un jabón con temática primaveral. 
No tenía muy claro qué es lo que iba a hacer, así que empecé haciendo unas cuantas flores con restos de jabones que tenía en casa y no sé cómo, me fui viniendo arriba, y arriba, según avanzaba. Al rato, mi mesa estaba llena por todas partes de virutas de colores, y yo totalmente poseída por ese subidón que te pega cuando estás inspirada y divirtiéndote muchísimo con ello.  Mi jabón acabó definiéndose solito, exigiendo tal o cual combinación de formas y colores, y sorprendiéndome con el resultado.
Al final, se han convertido en mi apuesta para los encargos del Día de la Madre. 

Bueno, estos han sido sólo los prototipos. Como en gran parte están hechos con restos, huelen a mezcla de cosas, pero sobre todo a Menta y Bergamota. Gran combinación que huele de vicio y que mi jabón le debe a mi amiga Anna, que se hizo un lío con los botes de aroma y acabó descubriendo una mezcla genial​. Creo -y por eso me gusta tanto-  que ella tampoco es de las que planifican.


Lo cierto es que también admiro mucho a las personas puntillosas y metódicas. Las veo trabajar con ese orden y esa precisión de la que yo carezco, y me parece estar viendo un ballet sincronizado y perfecto. Yo funciono más como la niña que abre los brazos y disfruta dando vueltas hasta que pierde el equilibrio. 


 ¿Lo veis?  Ya he perdido el hilo y me he dejado llevar por el momento...
En fin. Seas como seas, espero que te gusten mis jabones de primavera.
 Besos

martes, 8 de marzo de 2016

La mujer trabajadora


Pasé gran parte de los veranos de mi infancia y adolescencia en un pueblecito de Toledo. Allí conocí a una mujer, madre de unos amigos, que a mi me despertaba una gran admiración y muchísimo respeto. 


Ella se levantaba a las cuatro de la mañana porque su madre, ya mayor, tenía una panadería y ya no podía hacer sola el pan.
Hacia las ocho, volvía a su casa a ocuparse del desayuno del marido y los hijos, de la casa, de la compra, la comida...

Por las tardes iba a la poza, cargada con la ropa para lavar,  o a cuidar la huerta, y si le sobraba  un ratito, se acercaba a ayudar en el taller de cantería que tenía su marido. Era  bastante habitual encontrármela con el escoplo y la maza en la mano cuando iba a buscar a mis amigos para salir. 

Me acuerdo como si fuera hoy que un día, hablando de nuestras respectivas familias, mi amigo dijo que su familia era diferente a la mía porque su madre no trabajaba. 
Su cara de sorpresa cuando le dije que su madre era una de las mujeres que más trabajaba de las que yo había visto en mi vida era un poema. 

Conocí bastantes más mujeres así en mis veranos gallegos. Mujeres que hacían que sus casas -y de hecho el pueblo entero-  funcionase mientras los hombres estaban en el mar. Creo que oficialmente, tampoco trabajaron nunca.

Pues para todas esas mujeres no trabajadoras ¡Feliz día!